Texto y fotos: Luis Monje Arenas
La profundidad de campo es uno de los principales parámetros a la hora de realizar una toma fotográfica. Ante situaciones como un paisaje, podemos optar por la posición del diafragma que más nos convenga con garantías de una toma de calidad. Pero en macro, cuando toda profundidad de campo es poca, nos vemos tentados a diafragmar al máximo. Es entonces cuando la difracción nos muestra su efecto más pernicioso, al reducir la nitidez de la imagen. En este caso no nos queda más solución que renunciar a una profundidad de campo grande en favor de una nitidez aceptable. Conozcamos, pues, este fenómeno y cómo controlarlo.
Para el que le guste la etimología, la palabra difracción procede
del griego diffractus, que viene a significar rotura o quebrado y hace alusión
al fenómeno que provoca la fractura de un rayo de luz cuando incide sobre
el borde de un objeto opaco o atraviesa una pequeña abertura. Este efecto
es tanto más patente cuanto más afilado es el borde del objeto.