Como es sabido, gran parte de las aberraciones ópticas de los objetivos (excepto la cromática lateral y la de distorsión curvilínea) se pueden eliminar diafragmando, pero como acabamos de ver, los diafragmas pequeños provocan la aparición de anillos parásitos que degradan la imagen.
Sobre un objetivo teóricamente perfecto, en principio, las máximas aperturas dan siempre el mayor poder resolutivo ya que éste, según la conocida fórmula de Abbe (resolución = 1 / ?f), la resolución es inversamente proporcional al valor de la apertura relativa o número f (la longitud de onda ? no la tendremos en cuenta ya que no trabajamos con luces monocromáticas).
En la práctica, el rendimiento de un objetivo está más limitado por sus aberraciones que por la difracción, de ahí el que haya que buscar un diafragma de compromiso entre ambos factores si lo que se busca la máxima calidad en la imagen.
No hay reglas fijas, porque la decisión del diafragma medio estaría condicionada por la propia calidad y corrección del objetivo, es decir, los objetivos con gran corrección óptica, nos permitirían alcanzar la máxima calidad con diafragmas algo más abiertos.
En cualquier caso, de todos es sabido que, por lo general, en los diafragmas intermedios es donde se suele alcanzar la máxima calidad. En la figura 4 puede verse claramente esta relación. Cuanta mayor calidad y corrección óptica tenga el objetivo, menor será el área azul clara, correspondiente a las aberraciones residuales, y por tanto mayor será la apertura en la que consigamos la máxima calidad. Siempre y cuando el tema a fotografiar nos libere del problema de la profundidad de campo, ya que todas estas pruebas se hacen fotografiando cartas planas de resolución.